Diccionario para entender a los humanos (resumen semanal 25-31 de marzo de 2013), por Perroantonio

yugoYugo. Artefacto utilizado en la ceremonia del matrimonio para uncir a una pareja por el cuello o la cornamenta. A los uncidos se les denomina, apropiadamente, cónyuges.

Responsabilidad. Obligación de satisfacer nuestras exigencias que tienen nuestros adversarios políticos para limpiar las consecuencias derivadas de sus actos. Y también las derivadas de los nuestros, por no haber vigilado, censurado o reprimido nuestras acciones indignas, como era su obligación.

Vegetariano. Humano herbívoro que por no sucumbir a las tentaciones de la carne comparte su tristeza con lechugas, coles y otras hortalizas.

Cecina. Esfuerzo último y fallido del caballo y la vaca en emular los milagros del dios Cerdo.

Padrón. Recuento de las cabezas de ganado para planificar el ordeño.

Palmero. Militante político encargado de aplaudir las intervenciones, fingir entusiasmo y, en general, hacer bulto. Tiende al cotilleo, pero soporta bien los insultos y es capaz de acarrear grandes cargas. Aguanta bien la dieta de bocadillos.

Crepúsculo. Momento del día en el que pían los pajaritos, se iluminan las nubes de colores y los humanos se ponen líricos, se emocionan y se frotan. Visto uno, vistos todos.

Una pequeña introducción a la cultura popular

05_jungle _42_crandallTHE GOLDEN AGE
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EL BLOG AUSENTE
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Un esfuerzo universal

mametComo cultura, como civilización, nos encontramos en un punto en el que lo más apropiado para el organismo, lo más conveniente para la vida, es decaer. Nada detendrá el proceso, nada puede detenerlo, porque se trata de la fuerza de la vida y las pruebas nos rodean por todas partes. Escuchad la música que ponen en las estaciones de tren y en los teléfonos, cuando te hacen aguardar. El problema no es que una persona o un grupo de personas decidan unilateralmente fastidiarte con mala música; el problema consiste en que existe un esfuerzo universal, combinado y cada vez más amplio, por reducir el tiempo que cada uno de nosotros pasa a solas con sus pensamientos; es el inconsciente colectivo, que propone un acto de misericordia. Ahora bien: ¿cuánto durará esta tendencia al reposo definitivo, esta disolución de la civilización? Un día, una hora, un año, tal vez cien años, seguro que más no. Y nuestra civilización podría disolverse, como ha sabido siempre la gente de mi edad; podría suceder en cualquier momento, y en un instante.

¿Dónde está la paz que se deduce de este conocimiento? Tal vez en esto: como decían los estoicos, o existen los dioses o no existen. Si existen, no cabe duda de que las cosas se desarrollan como es debido; si no existen, ¿por qué habríamos de resistirnos a dejar un mundo en el que no hay dioses?

David Mamet. Una profesión de putas. Debate, 2000.

Maxime Rodinson: entre Marx y Mahoma

losmiosMarie Susini me había contado que el primer año en que había sido subdirectora de la Biblioteca Nacional de París, Julien Cain, el nuevo director general reintegrado en su puesto tras la Ocupación, buscaba un especialista en el mundo surarábigo y en sus aproximadamente quince lenguas. Casualmente, en el departamento de Catalogación trabajaba, sin un cargo específico, un investigador que les proporcionaba una valiosa ayuda. Según Marie, tenía la particularidad de ser feo, de ir mal vestido y desaliñado, y de hablar mascullando las palabras. Pero, según los grandes maestros —que en esa época salían exclusivamente de la escuela de bibliotecarios y archiveros de Chartes—, los conocimientos de aquel hombre abrumaban. En pocas palabras, ese hombre es el que se convertiría, junto con Charles-André Julien y Jacques Berque, en uno de los más grandes orientalistas y uno de los referentes de varias generaciones de arabistas francófonos. Filósofo, historiador, antropólogo y filólogo, hijo de obreros judíos inmigrados, Maxime Rodinson dominaba, además de las lenguas europeas, el árabe, el hebreo, el turco y el etíope antiguo (el ge’ez).

Fue comunista como sus padres, muertos en un campo de concentración. Para él, habían muerto como comunistas, no como judíos. Gracias a su marxismo era independiente de todas las devociones habituales entre los arabistas. Escribió con entera libertad una vida de Mahoma, libro de referencia prohibido durante mucho tiempo en el mundo árabe, y, sin servidumbre alguna pero con empatía, una esclarecedora tesis titulada «La fascinación del islam». Fue uno de los primeros sabios judíos en tomar distancia respecto del sionismo, pero esforzándose en explicar por qué Israel se enfrentaba al «rechazo árabe». Rodinson siempre perturbó, molestó, desconcertó por su erudición y su independencia. Nunca quiso atribuir un carácter de excepción al destino judío. «Como muchos otros, ellos fueron perseguidos por motivos que no tienen nada de metafísicos, sino que se derivan de los lamentables dinamismos sociales de la historia humana». Al igual que Bernard Lewis, a quien él respetaba por sus conocimientos, Maxime Rodinson se negó a subestimar la eventualidad de un retorno del «choque de civilizaciones» que enfrentó, sobre todo, durante siglos a la cristiandad y al islam.

Se había preparado desde hacía tiempo para defender ese tipo de tesis ante las convulsiones del islam radical. Y nunca dudó en destacar la importancia de la religión en los movimientos que los políticos presentaban como «nacionalistas». Según él, cuando los árabes de Egipto se sublevaron contra la intrusión de los infieles llegados con Bonaparte, «la indignación que manifestaban era más como musulmanes que como árabes». Fue también lo que ocurrió en la parte del Magreb ocupada por los turcos que no se opuso a los turcos musulmanes como lo hizo después contra los cristianos franceses.

Maxime Rodinson envejeció en compañía de sus amigos de la Unión Racionalista, como Jean-Pierre Vernant, Pierre Vidal-Naquet o Mohamed Harbi. Durante la primera guerra del Golfo, firmó un manifiesto contra Saddam Hussein, también suscrito por Germaine Tillion, Pierre Vidal-Naquet, Jean Lacouture y por mí. Se mostró igualmente hostil a la segunda y desastrosa guerra de Irak, concebida por los «ignorantes» neoconservadores de la Casa Blanca, decidida por el hijo de George Herbert Walker Bush —mal aconsejado en esta ocasión por el propio Bernard Lewis—, aprobada por Henry Kissinger y aplaudida por Elie Wiesel.

En los homenajes universitarios que se han organizado en memoria de este gran arabista, a diferencia de las ceremonias habituales, ha habido testimonios de discípulos eruditos y agradecidos que recordaron todos los rasgos de humor que expresaba el maestro en treinta lenguas. El universo de los políglotas es muy particular, pues parece que encierran todo el mundo en sus mentes. Y el de los discípulos, los amigos y el círculo de Maxime Rodinson se caracterizaba por la alegría de sus diálogos, las bromas que las lenguas se gastan unas a otras para no decir lo mismo. Uno podía imaginarse a Woody Allen en una de esas reuniones imitando una conversación con Rodinson. Porque seguía existiendo un refugio judío en este hombre libre y liberado: el del humor.

Maxime Rodinson vivía no muy lejos de mí, en la rue Vaneau, la calle de Gide, de Jean-Pierre Faye y de Julien Green. Hacía de escribano público de todos los extranjeros y, sobre todo, de los cristianos de Asia que no sabían francés. Una pequeña capilla que él erigió inspirándose en la de la Medalla Milagrosa de la rue du Bac.

Jean DanielLos míos. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2012.
Prefacio Milan Kundera. Trad. María Cordón Vergara y Malika Embarek López.
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Cortesía de Bremaneur

El nefando vicio lexicográfico

MeleSanMarinoDesde que lo he descubierto, he cogido la costumbre de consultar el Diccionario de ideas afines, de Fernando Corripio. Admiro los diccionarios ideológicos por la tarea titánica de haberlos realizado en una época en la que no existían los ordenadores y por la sofisticación intelectual que creo ver en el trabajo casi siempre sutil de los lexicógrafos. Francamente, sólo la idea de clasificar 400.000 palabras en distintas familias ideológicas, me aturde. Dicen sus críticos, sin embargo, que este es un diccionario de batalla, lleno de inexactitudes, antiguo y muy revelador de la mentalidad de una época. O sea, justo lo que necesito.

El caso es que, al tratar de adquirir un ejemplar, me entero de que en el año 2005, una polémica promovida por el colectivo catalán de gays y lesbianas, obligó a la editorial Herder, propietaria de los derechos de la obra, a retirarla del mercado. He aquí cómo El País y El Mundo dieron cuenta de la noticia.

No pretendo entrar en polémicas. La primera edición del diccionario, que puede consultarse en la red, sigue siendo una extraordinaria herramienta de trabajo, incluso para los documentalistas del movimiento homosexual. Pero no deja de sorprender el concentrado de odio y desprecio que la homosexualidad ha concitado en las sociedades humanas y que la entrada correspondiente del ‘Corripio’ fija con escalofriante minuciosidad en la mentalidad social de una época.

HOMOSEXUAL. 1. Homosexual hombre. Invertido, pervertido, vicioso, depravado, anormal*, desviado, corrompido, degenerado, afeminado (v. 2), homófilo, pederasta, uranista, sodomita, sarasa, pedófilo, marica, maricón, cacorro, bardaje, garzón, nefandario, bujarrón, puto, fileno, bisexual, transexual, hormonado, «travestí», travestido, transexual (v. 2).
— 2. Afeminado, homosexual, mariquita, marica, sospechoso, amanerado, palabrimujer, ninfo, barbilindo, amariconado, ambiguo, amadamado (v. 1).
3. Homosexual mujer. Lesbiana, tríbada, sáfica, lesbia, tortillera, bollera, pervertida, viciosa*, invertida, bisexual (v. 1, 4).
— 4. Marimacho, virago, amazona, varona, sargentona, viriloide, machota, machorra, masculina, maritornes (v. 3).
5. Homosexualidad. Inversión, perversión, depravación, homofilia, «homosexualismo», pederastia, uranismo, sodomía, pedofilia, sexopatía, anormalidad*, trastorno, desvío, desviación sexual, corrupción, afeminación, mariconería, amariconamiento, bisexualidad, transexualidad, ambigüedad, travestismo, abuso, vicio*. Mujer: lesbianismo, tribadismo, safismo, tortilla, bollo.
6. Elementos. Sexología, bisexualidad, heterosexualidad, homosexualidad innata, congénita, adquirida, latente, neurosis, genes, impulso sexual, libido, inclinación, fellatio, cunnilingus; terapéutica, psicoanálisis, sugestión, hipnotismo*.
7. Homosexuales famosos. Alejandro Magno, Julio César, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Osear Wilde, Tchaikowsky, A. Gide; Safo, Agripina, Catalina de Rusia, Cristina de Suecia.
8. Acción. Invertirse, pervertirse, viciarse* (v. 1).
Contr.: Heterosexualidad, normalidad. V. SEXO, VICIO, ANORMALIDAD.

En el año 2007, la editorial Herder puso a la venta una nueva edición del Diccionario de ideas afines de Fernando Corripio.
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Diccionario para entender a los humanos (resumen semanal 18-24 de marzo de 2013), por Perroantonio

BabicOración. Maniobra de distracción contra el mundo real consistente en suspender la actividad y el juicio, relajar los músculos del rostro, abismarse en lo contemplativo y expedir solicitudes y alabanzas a una divinidad indiferente.

Bondad. Inclinación natural de las personas a hacer el bien que es desoída en la infancia, despreciada en la juventud, desdeñada en la edad laboral y apreciada en la madurez.

Vidente. Individuo con la pasmosa habilidad de adivinar el futuro y detectar a los idiotas, aunque en orden inverso.

Voto. Transferencia de la propia responsabilidad a otros a cambio de insultos. La ingeniosa idea de que la suma de votos individualmente estúpidos expresa una inteligencia colectiva es uno de esos mitos bondadosos con el que es preciso tragar para fortalecer a la frágil especie de los demócratas.

Elecciones. Mecanismo que permite renovar periódicamente a los representantes que no hemos elegido para que hagan lo que no queremos.

Sondeo. Propaganda disfrazada de consulta destinada a influir en la opinión pública.
¿Qué le parece que los pollos en los criaderos sólo dispongan de 20 centímetros cuadrados, únicamente coman pienso y sus días duren 3 horas y media?.
1. Bien.
2. Mal.
3. Muy mal.
4. Horrible.
5. No sabe/No contesta.

Cualquier resultado a este sondeo —por ejemplo, que el 78’69% de los encuestados considere que las condiciones de la vida de los pollos es horrible— es compatible con el aumento del consumo de carne de pollo. Para que la estrategia funcione, el resultado del sondeo debe publicarse el mismo día en el que se conoce que el plato favorito del Jefe de la Oposición o de la Señora Ministra es la pechuga de pollo tierno e indefenso.

Innovación. Mantra comercial para justificar el aumento de precio. Forma parte de la expresión mágico algebraica I+D+i (Investigación+Desarrollo+innovación) cuya ecuación nunca suele formularse completa: I+D+i=$.

Un recuerdo imperecedero

Hace ya unos años, una vez superada la edad dantesca, decidió aprender a tocar el clarinete.

Después de un par de temporadas a las órdenes de una agradable y joven holandesa recién llegada a su ciudad, se atrevió a dar el salto a lo que de verdad le interesaba, el jazz. Guarda como uno de los recuerdos más intensos de su vida el momento en que el inefable director de la caos-escuela de música a la que acudió le incorporó a la clase de Combo nivel I, luego apodado justamente combo-lacra.

Allí se encontró con un bajo auditor, un guitarra taxista, un pianista de Zurich y un batería zombi; ya habían iniciado los ensayos de la primera pieza. Era una canción que le producía cada vez —y lo hace todavía— una pequeña conmoción, por razones que se le escapaban. Se trataba de Les feuilles mortes, y disfrutó intensamente las muchas horas que dedicaron a perpetrarla durante los siguientes meses.

Pero no era de eso de lo que les quería hablar, sino de lo que le aconteció con su siguiente profesor de clarinete. Se trataba de un buen profesional que tocaba con prestigiosas bandas, y bastante peor docente. De complexión enjuta y fibrosa, cumplía a la perfección el esquema que para él definía al músico típico, un tipo de personas incapaz de recordar lo que has conversado con ellos días u horas antes, dado el grado de desinterés con que acogen todo aquello que no sea la práctica de la música.

Percibió una excepción en esa actitud vital cuando el profesor le explicaba la génesis de una pieza que se disponían a estudiar. Según creyó entender, el autor de la misma era algún oscuro músico, antiguo conocido suyo, y notó su emoción cuando le explicaba que a su vez estaba dedicada por el autor a un amigo y compañero de banda, recientemente fallecido.

Le impresionó esa emoción, y la contrastaba con la certeza de que, por mucho que el autor dedicara la pieza al recuerdo del amigo, esa declaración apenas llegaba a las dos personas que se hallaban en aquella mínima aula, y que olvidarían más pronto que tarde: olvido que él visualizaba lacerantemente inmediato.

Se equivocaba, por varias razones: porque el autor no era el desconocido compinche de su profesor que él había imaginado, porque no era una ignota pieza recién compuesta, y porque no sabía que años después yo lo relataría a un fantasmal conjunto de lectores.

Escrito por: Holmesss

Himno a la juventud

Heu! quantum per se candida forma valet!
Propercio, II, 29, 30

A qué vienes ahora,
juventud,
encanto descarado de la vida?
¿Qué te trae a la playa?
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.

De las ondas surgida,
toda brillos, fulgor, sensación pura
y ondulaciones de animal latente,
hacia la orilla avanzas
con sonrosados pechos diminutos,
con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh diosa esbelta de tobillos gruesos,
y con la insinuación
(tan propiamente tuya)
del vientre dando paso al nacimiento
de los muslos: belleza delicada,
precisa e indecisa,
donde posar la frente derramando lágrimas.

Y te vemos llegar: figuración
de un fabuloso espacio ribereño
con toros, caracolas y delfines,
sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún trémula de gotas,
deslumbrada de sol y sonriendo.

Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
—sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil, en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.

Aunque de pronto frunzas
la frente que atormenta un pensamiento
conmovedor y obtuso,
y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre mojadas mechas rubias
la expresión melancólica de Antínoos,
oh bella indiferente,
por la playa camines como si no supieses
que te siguen los hombres y los perros,
los dioses y los ángeles
y los arcángeles,
los tronos, las abominaciones…

Jaime Gil de Biedma. Las Personas del Verbo. Seix Barral. Barcelona, 1982.
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Sín título

nopromissesLos escritores se dividen entre los que ponen un título antes de empezar a escribir y los que lo ponen al final. Yo soy muy bueno poniendo títulos, pero sólo sé ponerlos al final. Lo cual quiere decir que antes de ponerme a escribir no sé qué voy acabar diciendo. Esto es un gran problema que revela una preocupante ausencia de pensamiento estructurado e incapacidad de marcarme objetivos a medio y largo plazo. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque creo que necesito escribir una novela, concretamente otra novela innecesaria que casi tengo totalmente pensada desde hace muchos años. Pero sospecho que seré incapaz de empezarla hasta que tenga un buen título.

Otra historia de niños para hombres

blasVivía en aquella ciudad un jarroncito de porcelana que se llamaba Olivia. Como tenía los pechitos a medio crecer, olía a jacinto y a tequieromucho juntamente. Iba al mismo colegio que yo, así que nos hicimos novios. ¿Dije que se llamaba Olivia? Se llamaba Mariví, y sus pechitos olían a rosas de pitiminí. Yo me llamaba igual que ahora, pero mi nombre no había crecido tanto en la fama, y mi muchachita podía pronunciarlo sin ponerse de puntillas. Que yo la vi.

Siempre era abril o estaba a punto de serlo. Yo la esperaba a la salida de clase, solía vestir una blusilla de seda, no sé, y se cogía los cabellos azules con un lazo encendido, alrededor del cual, sin caerse, corrían mis ojos. ¿Dije que se llamaba Mariví? Sí, así se llamaba, viento y mar y vi… En llegando junto a mí, le decía: — Tequieromucho, pitiminí. Nos íbamos a un jardín grande, que estaba subiendo por aquella calle, a mano derecha según se subiera y a la izquierda según se bajara. Jugábamos a prendas, por ejemplo, pero siempre había el peligro de que a ella le tocase mi mano en el tequieromucho y se lo rompiese. Sin querer, pero que se lo rompiese. ¿He dicho que tenía los cabellos azules? Eran azules hasta la raíz, casi celestes (el cielo, encima, no era más sutil). Sentadita como una silla de muñecas, cantaba aquello de ‘La niña que está en la bamba…’, por hacerme rabiar; pero en seguida íbamos a lo nuestro, dejándonos de coplas. ¿Dije que se llamaba jarroncito de porcelana?

Vivía en aquella ciudad donde perdí a mi padre y a mi hermano José Ramón, no sé cómo decirlo, dan ganas de acabar de una vez.

Blas de Otero. Expresión y reunión. Alianza Editorial. Madrid, 1981.

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